2ª Pedro 1:3-8 Como todas las cosas que
pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder,
mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por Su gloria y excelencia, por
medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por
ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de
la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros
también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a
la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio,
paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al
afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no
os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro
Señor Jesucristo.
Descripción del apóstol de la Situación actual
Vemos al autor de este
pasaje preocupado por los peligros que amenazaban la fe de los cristianos, y
vemos como de manera inmediata, pasa a hablar de ellos. Afirma que la fe
concedida como don a los adoradores de otros dioses convertidos, es del mismo
precio que la que recibieron los mismos apóstoles. El hecho de que Dios noshaya llamado a la misma fe de los apóstoles fue un favor puramente gratuito,
concedido por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, y de una
manera imparcial a todos los que la deseaban, ya fueran judíos o ya fueran
paganos. Participantes de la naturaleza divina.
Por eso, para la justicia
de Dios, no hay acepción de personas ni de naciones, sino que derrama Su gracia
sobre todos sin distinción alguna. La fe de la que nos habla el apóstol Pedro,
se refiere al depósito de las verdades reveladas. Y estás verdades la poseen
por un don gratuito de Dios. Vemos claramente en esta expresión, que el Don de
Dios es aplicado a Jesucristo, ya que la divinidad de Cristo era bien conocida
y proclamada por los apóstoles desde el inicio de la Iglesia.
El anhelo del corazón del apóstol
El apóstol anhela y desea
a sus lectores abundancia de paz. Estos dones solo se obtendrán por el único
medio eficaz, que es un conocimiento cada día más pleno de Dios y de nuestro
Señor Jesucristo. Cuanto más se avanza en el conocimiento práctico de Dios y de
Jesucristo, tanta mayor gracia se obtiene de Dios y tanta mayor facilidad se
goza, porque el conocimiento de Dios es la base y el fundamento de todo
edificio de nuestra salvación.
Por eso Jesús decía:
“Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tuenviado Jesucristo”. Por eso vemos claramente, que Cristo es presentado siempre
como el objeto del conocimiento de los fieles. Al reflexionar en esto, nos
identificamos plenamente con el anhelo de apóstol. Él deseaba de todo corazón
que no solo los fieles de ese tiempo, sino que también nosotros, pudiéramos ser
partícipes de esta verdad que el describe tan bellamente en su epístola.
Es mediante al
conocimiento de aquel que nos llamó por Su gloria y excelencia, por medio de la
cual nos concede hermosas promesas. La obra fue hecha por el mismo Jesucristo.
Él pagó el alto precio para que nosotros fuéramos los beneficiarios de Su obra
perfecta. Por eso, el anhelo del apóstol es que todas estas cosas abunden en
nuestros corazones para que no estemos ociosos y sin frutos.
Hay un llamado a que
huyamos de la corrupción de este mundo a causa de la concupiscencia, haciéndolo
con toda diligencia. Atendamos al llamado del Dios Padre, de Su Hijo Jesucristo
y del Apóstol Pedro. Según esta declaración dada, también a nosotros los
cristianos de este tiempo apremiante, se nos hace un llamado para que lleguemos
a ser participantes de la naturaleza divina.
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