Daniel 3:14-18.
Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que
vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado?
Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que, al oír el son de la bocina, de la
flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo
instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si
no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego
ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos? Sadrac, Mesac y
Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te
respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede
librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y sino, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.
Construcción
de la Estatua de Oro y Orden de Adorarla
El rey Nabucodonosor
mandó a construir en su honor una magnífica estatua de unos 30 metros de alto y
3 de ancho. Para dicha inauguración hubo una invitación de todas las jerarquías
del imperio en todas sus modalidades. En la gran concentración no faltaron los
numerosos representantes de las colonias extranjeras, tan numerosas en el
centro comercial de Babilonia. Rescatados del Horno de Fuego
Esclavos y comerciantes
de todas las nacionalidades del Próximo Oriente estaban representadas en
Babilonia, y todos debían adorar la colosal estatua. Hombres de toda lengua se postraron en adoración, como una señal del despotismo de los reyes babilónicos.
Denuncian
a los judíos ante el rey
Los babilonios notaron
que los judíos renunciaron a no adoraron la estatua, orden que fue
aceptada por todos los pueblos. Por esta razón, fueron denunciados ante el rey,
sin duda porque sentían envidia de sus puestos de intendentes de la provincia.
Nabucodonosor los invitó, y cuando estuvieron en su presencia, les pidió que aceptaran
la orden.
Insolentemente les dice
que de otro modo no podrán librarse de su castigo, pues ¿Quién será el Dios que
los libre de sus manos? Para ellos esto fue como una blasfemia, y con toda
firmeza proclamaron que ellos tienen fe en Su Dios, quien los podrá librar del
horno de fuego.
Debemos notar que
Nabucodonosor no reconoce la superioridad del Dios de los judíos, como lo había
hecho ante Daniel con la ocasión de la revelación del sueño.
Los
Jóvenes Judíos Echados en el Horno
El horno fue encendido de
un modo excepcional, y las llamas quemaron a los que echaron a los santos
jóvenes en su interior. Con esto podemos resaltar la especial protección del
Dios de los judíos. La providencia del Dios de los judíos protege de un modo extraordinario a los tres decididos jóvenes.
Los ministros del rey
encendieron el horno hasta hacer subir sus llamas unos 25 metros de altura,
siendo abrasados por éstas, que se extienden más de lo esperado. Sin embargo,
en el horno los jóvenes se sentían libres del calor, como si el horno estuviera
refrigerado por un viento fresco que soplaba en su interior.
Reconocimiento
de Dios de los Judíos
Finalmente, el rey
Nabucodonosor hizo pública confesión de la grandeza del Dios de los judíos, y
con la anuencia de sus consejeros, da un edicto de reconocimiento para todo el
imperio. Rescatados del Horno de Fuego.
Siempre habrá personas o
grupo de personas que por envidia se levanten para intentar destruir a los
hijos de Dios. Pero hemos visto que tanto en el caso de Daniel como el de sus
amigos, Dios salió en defensa de ellos. También nosotros somos objeto de
envidia en nuestros trabajos y lugares donde nos desenvolvemos. Pero siempre
que el enemigo se levante para destruirte, cuenta con el brazo poderoso de
Jehová.
“Él se levanta a
nuestro favor para defendernos y librarnos de todo plan que el enemigo prepare.
Y recuerda, Nuestro Dios Es Dios”.
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