Declaración
Profética de Dios
El Profeta Jeremías
recibe la revelación de Dios cuando dice en Jeremías 33:3 “Clama a Mí y Yo te
responderé”. Esta proclamación profética dada a Jeremías, gira en torno a la
restauración extraordinaria de la Jerusalén desbastada. Esta revelación, fue dada
en el atrio de la guardia, y nos habla de la restauración de Judá. Finalmente, ellos
alcanzarían la misericordia de parte de Dios.
Esta profecía fue dada
cuando Israel estaba siendo asediada intensamente, y se vislumbrada un final
muy dramático. Jeremías estaba preso en el atrio de la guardia. Las palabras
recibidas confirman la veracidad de Jehová, el cual hizo la tierra, la formó y
la afirmó. Es para afirmar enfáticamente la verdad de lo que se anuncia.
El nombre verdadero de
Dios (Tetragramatón), el libertador del Sinaí, era la garantía de Su poder para
cumplir una vez más, nuevas maravillas para el pueblo. Y Él, a través del
llamado profético, los invita a que le pregunten sobre estas palabras dadas a
ellos por medio del profeta Jeremías.
Dios entra en comparación
al presentar la situación trágica y desesperada, por la cual están atravesando,
con el actual futuro esplendoroso que le espera a la ciudad destruía.
Actualmente, tanto las casas, como los palacios, están destruidos y con ruinas
que le sirve como trincheras para rechazar a sus enemigos.
Ellos pudieron contemplar
según el verso 6, el lugar lleno de cadáveres de los hombres que Dios hirió con
Su furor y Su indignación, después de haber ocultado Su rostro a esta ciudad
por todas sus maldades. Dios se desentendió temporalmente de Jerusalén,
dándoles la espalda.
Manifestación
de Su Misericordia
La obra nuevamente, es
hecha por Dios cuando es puesta de manifiesta Su misericordia. Porque después
habrá de llegar la hora de la reconstrucción. El castigo hará que se purifiquen
y hagan sacrificio, por cual, Dios perdonará todas sus transgresiones y los
limpiará de todas sus maldades.
Como este castigo había
sido objeto de burla y de frustración entre los paganos, su restauración será
objeto de bendición y de admiración de los mismos. Por lo que vemos en el día
de hoy, las naciones del mundo están siendo sometidas a dolores y sufrimientos
por los mismos pecados que ellos experimentaron en su tiempo. La promesa es
dada por Dios para nosotros.
Pero al igual que ellos,
Dios pide lo mismo: Clama a Mí y Yo te responderé. Él quiere perdonarnos y
limpiarnos, pero para esto, necesita que nos acerquemos a Él y clamemos de todo
corazón.
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