Porque cuando Dios
hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo,
diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente.
Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa (Hebreos 6:13-15).
Dios le hizo una promesa
a Abraham que se extendería más allá de la vida del patriarca. Al explicar la
promesa que Él le daría a Abraham por su obediencia, Dios continuó: “Y haré de
ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás
bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren
maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (v.2-3).
Esta promesa tiene
múltiples componentes, incluyendo la promesa de múltiples descendientes, fama,
protección divina y que Abraham por medio de sus descendientes sería una
bendición para todas las personas. El hijo de Abraham, Isaac, y el nieto, Jacob
fueron “Coherederos de la misma promesa” (Hebreos 11:9).
Debido a los múltiples
componentes que eran parte de esta promesa también es aceptable referirse a
estos componentes como promesas. De hecho, en varias traducciones de la Biblia
la frase de Pablo en Gálatas se traduce: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas
las promesas” (Gálatas 3:16).
Pero vemos que estás
promesas también alcanzaron a los gentiles por formar parte de la gran familia
de Dios. Dios aceptó a Abraham porque él creyó en Dios.
Esto significa que los
verdaderos hijos de Abraham son los que tienen plena fe en Dios. Además, las
Escrituras preveían el tiempo en que Dios salvaría también a los gentiles por
medio de la fe. Dios le declaró esto a Abraham cuando le dijo: “Por medio de ti
bendeciré a todas las naciones”. Los que confían en Dios, pues, recibirán las
mismas bendiciones que Abraham recibió como hombre creyente.
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