Salmo 27:1 dice: “Jehová
es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida;
¿de quién he de atemorizarme?”. En la oscuridad y en las
tinieblas que rodean las pruebas de nuestra vida, la única luz que es verdadera,
es la de Nuestro Señor, quien es la luz del mundo. Sólo en Él encontramos el
oportuno refugio, pues Es la única fortaleza que nos puede proteger de nuestros
enemigos.
El salmista pudo expresar
con la más firme convicción: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no
temeré mal alguno porque Tú estará conmigo (Salmo 23:4)”. David confiaba en
Dios. Sabía que Dios estaba con él y lo protegía en todo momento.
El Salmo 27 fue escrito
por David, el rey más famoso de Israel. Pero David enfrentó muchos peligros
antes de llegar a ser rey. Sufrió varios intentos de asesinato, vivió como
forajido, le persiguieron ejércitos y luchó en muchas batallas. Su vida estaba
en constante amenaza, pero David se sentía seguro.
Sin embargo, él sabía que
Dios es mucho más grande que cualquier amenaza. En los primeros versículos de
este Salmo vemos la confianza total que David tenía en Dios, fruto de las
experiencias de su vida. Él había experimentado el poder salvador de Dios, su
ayuda y cuidado en momentos de gran riesgo. Había vivido grandes momentos con
Dios por lo que su confianza en Él era absoluta. Sabía que Dios lo ayudaría en
medio de cualquier situación.
La reflexión para todos
los que están en el mundo, y sufren los horrores de la pandemia del coronavirus
es; que se miren en el espejo David, para que puedan ver cómo él pudo enfrentar
cada situación de peligro que amenazó su vida. Y Para que puedan entender que
sólo en el Señor están seguras y confiadas nuestras vidas.
Entrégale tu vida
a Él; porque si lo haces, tendrás la garantía de habitar bajo la sombra del Omnipotente
y la esperanza de ser guardado de la plaga destructora. Porque Sus oídos
siempre están atentos a tu clamor.
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