El líder Moisés estando
en la cumbre del monte Nebo, contempla la tierra prometida. Vemos que Dios le
hace ver ante sus ojos el lugar que sería su meta final. Pero conforme a la
voluntad de Dios, Moisés no pudo entrar a la tierra por la que tanto se
esforzó.
Su muerte deja un vacío
que debía llenarse por otro líder para poder guiar a la muchedumbre y que no
andarán como un rebaño sin pastor. Pero vemos que Moisés por voluntad divina
eligió a Josué, hombre sobre quien residía el Espíritu.
La misión confiada a
Josué era ardua y peligrosa, por estar ocupado el territorio por pueblos de
raza mixta que se habían establecido desde hacía tiempo en el país. Todos estos
grupos gozaban de un grado de civilización y técnicas muy superiores a las de
pueblo de Israel.
Los exploradores que
habían recorrido el territorio, comprobaron que estaba habitado por pueblos
fuertes, con ciudades grandes y amuralladas, con guarniciones bien provistas de
armas y carros de combate. El pueblo de Israel disponía de armas rudimentarias,
pero eran expertos en la técnica de las guerrillas, emboscadas y golpes de asalto.
Recordemos que “Dios está con Nosotros”.
Sin embargo, Josué fue el
instrumento ideal que Dios escogió para conquistar la tierra prometida, y así
cumplir con la promesa hecha a los patriarcas; y de poder introducir a Su
pueblo escogido en la tierra que mana leche y miel.
Entiende, que así, como
Dios estuvo con Josué y le dio la victoria en todo lo que emprendió. Te dará a
ti la victoria en todo, siempre y cuando lo reconozcas en todos tus caminos y
le seas fiel.
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